La historia no contada de Catalina Buendía, la afroperuana que envenenó a los invasores chilenos por amor al Perú
¿Sabías que en Ica existió una mujer afroperuana que se enfrentó a los invasores chilenos durante la Guerra del Pacífico? Su nombre fue Catalina Buendía de Pecho, conocida en la historia popular como la Heroína de Ébano. Su memoria sigue viva entre los pobladores de San José de Los Molinos, un distrito enclavado entre valles y quebradas, donde las tradiciones afroperuanas y campesinas aún laten con fuerza.
Durante la Guerra del Pacífico (1879-1883), el Perú enfrentó una de las etapas más duras de su historia. Las tropas chilenas, tras ocupar Lima, avanzaron hacia el sur con el objetivo de dominar las zonas agrícolas y estratégicas. Fue en ese contexto que Catalina, una mujer de raíces afroperuanas y espíritu indomable, se convirtió en símbolo de resistencia en su tierra.
Según los registros del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables en el documento Las Mujeres del Bicentenario, Catalina Buendía es reconocida como una de las figuras femeninas que participaron activamente en la defensa de su comunidad. Su nombre también aparece en el libro Mujeres que forjaron el Perú de Bruno Polack, donde se destaca su valentía, liderazgo y compromiso con la libertad de su pueblo.
Los relatos orales transmitidos de generación en generación cuentan que, cuando las tropas chilenas se acercaron al valle, Catalina organizó a sus vecinos, muchos de ellos campesinos sin armas ni entrenamiento militar. Con ingenio y determinación, los condujo a construir trincheras improvisadas y muros de piedra, decididos a resistir el avance enemigo con lo poco que tenían.
Pero Catalina sabía que no podrían vencerlos en combate directo. Entonces, según la tradición local, ideó un plan audaz y arriesgado: preparó chicha de jora, bebida ancestral andina, y la mezcló con piñón, una planta tóxica conocida por sus propiedades venenosas. Con una mezcla de astucia y valor, ofreció la bebida a los soldados invasores como gesto de paz. Para demostrar su sinceridad, ella misma bebió primero, un acto que, según las versiones populares, selló su destino y su sacrificio. Se dice que aquel acto debilitó al enemigo, aunque le costó la vida.
Más allá de los detalles que la historia oficial aún no ha podido documentar con precisión, el pueblo de San José de Los Molinos mantiene viva su memoria. En esta localidad existe un monumento en su honor, símbolo del respeto y la gratitud hacia una mujer que encarnó la valentía, la identidad afroperuana y la dignidad de su pueblo frente a la adversidad. Cada año, la comunidad recuerda su gesta como un ejemplo de coraje y amor por la tierra.
Catalina Buendía de Pecho representa a miles de mujeres invisibilizadas por la historia oficial, mujeres que lucharon sin uniforme, sin rango militar, pero con una fuerza interior inquebrantable. Su historia invita a reflexionar sobre el papel de las mujeres afrodescendientes en los procesos históricos del Perú, muchas veces omitidas en los libros escolares, pero fundamentales en la defensa, reconstrucción y memoria del país.
Hoy, su legado inspira a nuevas generaciones que buscan rescatar las voces silenciadas de nuestro pasado. Catalina no sólo defendió su territorio; defendió la dignidad, la identidad y la libertad de su gente. Su historia —mezcla de hechos comprobados, memoria local y relato popular— sigue siendo un faro que ilumina la herencia afroperuana y el valor femenino en la historia nacional.
Catalina Buendía de Pecho es, sin duda, una heroína del pueblo. Una mujer que eligió luchar con lo que tenía a su alcance, que enfrentó la violencia con sabiduría ancestral y que prefirió morir de pie antes que rendirse. Su ejemplo trasciende el tiempo y nos recuerda que la resistencia no siempre se libra con armas, sino también con el corazón y la convicción de que la libertad vale cualquier sacrificio.